JOSE IGNACIO SPUCHE

El 8 de Enero de 2021 nos dejaba nuestro amigo Jose Ignacio Spuche.


Valenciano, de carácter abierto y sociable. Formación en colegio religioso. Decidió entrar en el seminario a los diecisiete años. («Vocación tardía», como se decía entonces).

A partir de ese momento, tensión entre una formación que buscaba la ruptura con la vida normal exterior, y unos deseos de seguir en contacto con la realidad y con los grupos de creyentes de movimientos especializados.

Vivió el Vaticano II como una invitación a crear otra forma de ministerio; y en ese sentido orientó su recorrido por diversos pueblos; su retorno a una barriada obrera de Valencia le ayudó a profundizar sus compromisos. Su incorporación a un trabajo civil, sus estudios civiles y la decisión de contraer matrimonio le ayudaron a caminar por la senda de la desclericalización.


"AUTOBIGRAFIA"

Publicada en el libro "Curas Casados (Historias de fe y de ternura) editado por Moceop en el año 2011


Otra forma de ser cura

No es fácil expresar con brevedad la vida y las experiencias. En parte me voy a servir del escrito que, a petición del arzobispado, me pidieron que hiciera para solicitar lo que ellos llamaban secularización o dispensa del compromiso de celibato.

Los orígenes

Nací en 1942. Pertenezco a una familia de clase media -mi padre era empleado de banca- y somos tres hermanos, siendo yo el mayor. Un ambiente familiar bueno tanto en la formación cristiana como moral y social, residiendo en Valencia, donde nací, y en un entorno ciudadano. Los estudios primarios y todo el bachillerato superior los realicé en el colegio de los H.H. Maristas, con una educación tradicional cristiana y orientado por el capellán, que era un sacerdote diocesano.

Mi carácter abierto y sociable me encaminó, desde mis años adolescentes, a participar en la Acción Católica, en la incipiente JTC y en el Movimiento Júnior como educador en la parroquia.

Vocación, tras unos ejercicios espirituales

Terminé el bachillerato y estudié el primer curso de peritaje industrial (ingeniería técnica industrial). Durante ese curso, invitado con los antiguos compañeros del colegio a unos ejercicios espirituales dirigidos por el capellán y reflexionando sobre las distintas salidas vocacionales, me planteé mi posible servicio sacerdotal, como entrega a las personas para presentar el mensaje de Jesús.

Así pues, libremente y sin pegas ni a favor ni en contra por parte de mi familia, ingresé con 17 años cumplidos en el Seminario Metropolitano de Valencia, en 1959, pasando directamente al seminario mayor.

Recuerdo que para el grupo de doce compañeros que entramos, ya mayores y procedentes de una vida de jóvenes universitarios, con la normalidad de amistad de amigas y amigos, supuso un fuerte choque la cerrazón, aislamiento y segregación del seminario, en donde se vivía teorizando en las nubes sobre la vida humana y sus problemas, con miedo a mezclarse demasiado con la gente para no perder la vocación.

No perder el contacto con la realidad

Con todo, es justo recordar y agradecer los niveles de formación intelectuales, culturales y humanos que recibí allí. Además me facilitó salvar algo este contraste los primeros años, el que, por ser bachilleres, los superiores tuvieran más flexibilidad con nosotros. Esto me permitió no desligarme del todo de mi anterior ambiente (JTC, JEC) y, a través de cursillos, seguir en contacto con la JOC, como también en vacaciones con el Júnior y mis antiguos amigos. Procuré, a pesar de dedicarme profundamente a mis estudios de filosofía y teología, no perder contacto con la realidad y problemática humana del ambiente estudiantil, obrero, campamentos juveniles, etc.

El Concilio Vaticano II: otra posibilidad de ministerio

Enganchado desde el principio y con interés a toda la movida del Concilio Vaticano TT, tanto en su preparación como en su desarrollo, iba contrastando, en mi búsqueda, los tipos de estructura clerical y sacerdotal. Así intenté buscar un sacerdocio más encarnado como servicio al pueblo y a las comunidades cristianas en su propia problemática concreta. En mi joven mentalidad, aunque primaba el servicio a todos, iba descartando un sacerdocio clerical, sacramentalista, ligado al poder civil y dispuesto a toda costa a mantener una cristiandad masiva.

Ya entonces pensaba y después intenté realizar en mi vida, un sacerdocio enraizado en la problemática del pueblo, con normalidad, y cercano al mundo obrero, pobre y marginado.

En el seminario, un grupo de compañeros -animados por el enfoque del Concilio- reflexionamos juntos sobre la posibilidad de desarrollar y personalizar nuestro servicio sacerdotal por este camino. Nos ordenamos sacerdotes, este equipo de amigos, aceptando libres y conscientes todas las leyes eclesiásticas y obligaciones que nos exigían, incluida la del celibato, esperando, desde luego, que algunas leyes cambiarían (el Concilio ilusionaba) y que la estructura sacerdotal que los siglos nos habían legado, evolucionaría para ser más fiel al evangelio.

Primeras tareas pastorales

Fuera del seminario, en el año de prácticas de diaconado, a través del vicario episcopal, con quien yo trabajé en su parroquia, planteamos, como equipo, al obispo la posibilidad de ordenarnos y que nos mandaran a una zona de parroquias donde pudiéramos trabajar conjuntamente en equipo pastoral. Nos lo aceptaron y nos ordenamos con nuestro curso en mayo de 1967.

Así pues, mi primera tarea pastoral fue en varios pueblos rurales (Valle de Ayora), donde nos mandaron a los cuatro condiscípulos (y al año siguiente se nos unió un compañero más) para trabajar en equipo en los seis pueblos cercanos que formaban un arciprestazgo. Organizamos el trabajo conjunto: uno llevaba el Júnior en todos los pueblos, otro los jóvenes. Fue una experiencia muy satisfactoria y, desmitificando actitudes clericales, pudimos planificar en común y prestar un servicio de formación cristiana y ayuda social y cultural, viviendo la problemática del mundo rural (facilitamos poder estudiar y promocionarse en el trabajo a jóvenes del valle que no podían por sus medios.) Al mismo tiempo, entre nosotros manteníamos la reflexión de nuestra vida cristiana y sacerdotal, procurando estar al día en todo lo que la iglesia y la teología progresista, iban desarrollando del camino que había marcado el Vaticano TT. De acuerdo todo el grupo, enviamos un compañero a las reuniones en Holanda, lo mismo que a las de Monserrat. Recogiendo ideas, propuestas y actitudes, las estudiábamos y reflexionábamos en común.

El equipo sacerdotal se fracciona

Fruto de nuestra reflexión en grupo, de cierta desilusión ante la cerrazón eclesiástica a abrir las puertas y ventanas conciliares, dos compañeros del equipo sacerdotal tomaron la decisión personal de abandonar las parroquias y el ejercicio sacerdotal. Los otros tres, aunque compartíamos sus ideas y decisiones, creímos conveniente continuar en nuestro servicio y seguimos haciéndonos cargo de todas las parroquias.

Por decisión del obispo D. Jesús Pla (que no estaba de acuerdo con nuestra línea de pastoral) y, según él, para mejorar la acción sacerdotal en aquellos pueblos, decidió sacarnos a los tres compañeros y enviar un grupo de sacerdotes procedentes de Soria, que se incorporaban a nuestra diócesis y con los que, a pesar del obispo, acabamos siendo grandes amigos.

Retorno a Valencia: barriada obrera y trabajo en fábrica

Tuve la suerte de que me destinaran a una barriada obrera de Valencia, La Malvarrosa, y poder trabajar con un gran sacerdote D. José Vila López (le agradecí siempre que él mismo lo solicitara al obispo), que había trabajado como consiliario durante muchos años en la JOC y en el Júnior diocesanos, al que ya conocía y habíamos coincidido juntos incluso cuando en mi juventud fui educador júnior.

Los seis años de trabajo en esta Parroquia, me sirvieron para vivir mi experiencia de trabajo en una fábrica, la vivencia de contacto pastoral con un equipo de jesuitas obreros que vivían en un piso, y de religiosas en barrios que trabajaban en nuestra zona. Además de participar y vivir la experiencia de una comunidad de base de CCP que formamos en el barrio, y otras comunidades juveniles formadas en la parroquia en torno al Júnior.

Mi vivencia del mundo obrero en esta parroquia me hizo plantearme mi independencia económica de la Tglesia y no depender de que te mantuvieran los cristianos, sino vivir de tu propio trabajo. Por eso, al principio me puse a trabajar en una fábrica, pero después al darme el obispado clases de religión en el instituto y poder cobrar, decidí estudiar una carrera civil; así terminé magisterio en 1975, lo cual me facilitó poder coger clases en una academia cerca de la parroquia y poder independizarme económicamente siguiendo en el instituto.

Evolución y reflexión

Así, mi evolución y reflexión personal, tanto en el pueblo con el equipo sacerdotal, como en la barriada obrera de Valencia, viviendo los problemas de base y desde las comunidades cristianas populares, me llevó a plantearme mi estatus civil desclericalizado como necesario y no incompatible con mi servicio sacerdotal a la comunidad si ésta lo requiere. Dedicarme a la evangelización del pueblo y la renovación de la Tglesia que formamos todos y que es tarea nuestra, desde mi fe en Dios siguiendo el camino de Jesús.

Me matriculé en la facultad por seguir estudiando la licenciatura civil, y allí conocí a la que hoy es mi mujer, Mª Luisa. Siguiendo la línea de mi reflexión vital y cristiana, no me creó el mínimo problema de conciencia plantearme una nueva vida de amor en pareja y renunciar al compromiso legal del celibato, aceptado desde el principio como una ley impuesta y sin base evangélica, y con la esperanza de un planteamiento opcional por parte de la iglesia postconciliar.

Petición de la dispensa del celibato

Curiosamente solicité a la Tglesia la dispensa legal de mi compromiso de celibato, pero afirmando y demostrando con base evangélica y teológica que no era incompatible el sacerdocio (sin todas las connotaciones clericales por supuesto) con el matrimonio cristiano. Como era de esperar me dijeron que legalmente y según una cierta tradición no era posible tal compatibilidad hoy.

Nos casamos en julio de 1978 sin ninguna pega ni dificultad por parte de nuestras familias, y tenemos una hija. Tndudablemente que, aunque la historia vivida por mí anteriormente ya había sido algo desclericalizante, la feliz vivencia del amor en pareja y la satisfacción de la paternidad, junto con un trabajo civil que te da independencia y autorrealización social, va limando y liberándote de la situación de poder y de superioridad que el estatus de cura facilita en la sociedad.

En mi vida de casado he trabajado de profesor en un colegio concertado, dando clases desde primaria hasta 4° de secundaria. En los diez últimos años he simultaneado mis clases de 3° y 4° de secundaria con la jefatura de estudios. Además he seguido y sigo en contacto con el movimiento Júnior en parroquias de barrio y participado en campamentos y acampadas junto con mi mujer y mi hija.

Otra forma de ser cura

Hoy en día no sería capaz de volver a ejercer la función sacerdotal clerical, porque además me siento muy lejos y no creo ya en la forma estructural de una jerarquía que no responde al evangelio y, por lo tanto, no me podría sentir ni enviado ni representado por ella.

Sin embargo, en mi trayectoria de casado y según mi manera de vivir mi fe y mi sentido comunitario de iglesia, no me he negado a prestar algún servicio ministerial o sacerdotal a la comunidad que me lo ha solicitado. Mi vivencia cristiana actualmente se centra en relación con comunidades, grupos cristianos de base, algún grupo parroquial de barrio, grupo de amigos. También en mi historia laboral he trabajado y sigo en contacto, hoy jubilado, con el mundo sindical de CCOO, ONGs y grupos políticos de izquierdas.

Encuentro con Moceop

Tuve la suerte de que el cura que me sustituyó en el pueblo de Jalance (Valle de Ayora), el cual se había casado como los cinco compañeros que empezamos juntos, me llamó desde Madrid para unirme al movimiento de curas casados en España: MOCEOP. En el 1981 en la parroquia de Moratalaz, Mª Luisa y yo nos unimos al grupo moceopero, que funcionaba ya, y nos lanzamos a iniciarlo en Valencia.

Desde luego para mí y en mi nueva vida, ha sido una tarea y ayuda estupenda. Representaba luchar en principio por aquel celibato opcional que se esperaba después del Concilio; pero lo que ha sido más importante es la acogida, encuentro, tarea de cambio en la iglesia y reflexión unida a la acción para renovar y revivir un concepto de comunidad de comunidades, rompiendo con una Iglesia de poder, de Estado Vaticano, de clerecía jerárquica. y plantear un mundo según el camino de Jesús de Nazaret.

Además de crear una amistad, se oía otra voz no oficial y con conciencia de movimiento, no nueva estructura. Siempre con la idea de estar en camino y trabajar juntos con todos los que en ese camino avanzamos: Redes cristianas, Comunidades Cristianas Populares, Somos Iglesia...

Bueno, y aquí estamos, jubilado en el trabajo civil, pero siguiendo adelante y con ilusión, valorando la trayectoria, pero no conforme sólo con lo que se ha hecho y sabiendo que todavía queda mucha tarea por realizar.



IN MEMEORIAM

Hola, José Ignacio: Es la hora del recuerdo y la memoria, el momento de recordarnos lo personal vivido y lo común compartido.

¿Recuerdas el primer encuentro que tuvimos César y Andrés contigo un día del otoño de 1.971? Nos recibiste en el salón de la casa parroquial de Jalance; estabas rodeado de jóvenes que colaboraban en la catequesis, en el movimiento Junior y en el coro parroquial. A nosotros nos llegó esta imagen tan cercana y nos hizo suponer que habíamos venido a una parroquia fresca y joven, que cuidaba a los niños y a los jóvenes y, como comprobamos después, a todas las personas de esta parroquia y la de Cofrentes con una dedicación completa y permanente. Eras cercano a la gente y todos confiaban en ti. Pasado el tiempo te seguían recordando agradecidos por tu entrega.

César y Andrés veníamos de lejos, de la diócesis de Soria, a cubrir tu relevo en estas parroquias valencianas. No tuvimos que deconstruir nada, porque tu línea pastoral y tu programa de metas pastorales y sociales coincidían con las nuestras, lo que facilitó nuestra acogida e inserción.

El equipo de curas de la zona, del que formabas parte, hicisteis una labor religiosa y sociolaboral muy importante. Impulsados por la fuerza y el espíritu del Vaticano II perseguíais una iglesia nueva, más participativa y evangélica, despojada de las rancias tradiciones y más encarnada en la vida real y concreta del pueblo. De aquí que pusierais mucho empeño en la formación cultural de los jóvenes como ayuda a unas salidas laborales más esperanzadoras.

Recordarás también, como lo hacemos nosotros con satisfacción, aquellos campamentos conjuntos en El Molinar (antigua central eléctrica de Hidroeléctrica Española) con chicos de tu nueva parroquia de la Malvarrosa y los chicos de las parroquias del Valle de Ayora-Cofrentes. Esta colaboración se mantuvo con encuentros e intercambios a través de actividades, bien en la Malvarrosa o en Jalance con jóvenes que venían los fines de semana.

Ya nunca perdimos la relación y la confianza contigo. Eras una persona de bien y dado a compartir. Y cuando María Luisa hizo hogar contigo los contactos se hicieron más frecuentes y cálidos. Tere lo certifica. Recuerda con emoción cómo la acogisteis en vuestra vida en tiempos de necesidad y de apoyo para tomar decisiones. No puede olvidar los momentos de conversación y de mesa que tenía en familia con vosotros. Por eso, se une a esta memoria agradecida que quiere ser signo de una presencia permanente de amistad.

Nuestra cercanía se intensificó en Moceop. ¡Cuántas charlas, cuántas confidencias, cuántos encuentros, cuántas utopías soñadas! Tu y María Luisa fuisteis del primer turno y de los más asiduos en Moceop. Incluso María Luisa, hija, participó y compartió convivencia con otros hijos de parejas moceoperas a través de juegos, fiesta, eucaristía y actividades culturales en aquellos encuentros nacionales tan animados, en los que ellos ponían la nota alegre y familiar, aunque también, en ocasiones, se cansaron de las largas reflexiones de sus sesudos padres.

Recuerda, José Ignacio, que tu fuiste durante muchos años el delegado de Moceop en la zona valenciana, haciendo de animador y de enlace y que todos los simpatizantes y componentes del movimiento reconocen y agradecen tu portación y dedicación sincera. Sabemos también que tu vena participativa te llevó a colaborar en otros grupos de iglesia y sociales de Valencia, tratando de aportar tu granito de justicia, comunión, esperanza y fraternidad.

Todo este bagaje adquirido en años no hay quien te lo quite y esperamos que todo ello te haya servido para sentirte realizado y satisfecho y que hayas podido irte en paz a vivir junto a Dios, padre-madre, que siempre te cuidó.

Esto es un recuerdo agradecido de César, Tere y Andrés



José Ignacio Spuche vino a veranear a mi pueblo, Teresa de Cofrentes, siendo aún seminarista; 70 años no es cualquier cosa, toda una vida. Su ausencia supone que se te va la vida, cuando esa vida ha sido repleta de anhelos, experiencias, gozos… vivencias compartidas de toda clase.

Compartí problemas cuando estuvo en Jalance, «mi pueblo» lo llamaba él, con el equipo de compañeros curas que llegaron con ánimo de renovar el apostolado en el valle de Cofrentes.

Una vez casados, nuestras esposas han venido a enriquecer esta amistad.

Hemos participado en muchas reuniones de Moceop./p>

Asistimos a algunos congresos de Teología en el salón de Comisiones Obreras de Madrid dirigidos por Tamayo.

Se ocupó en un primer momento de Cosarese en Valencia, porque fue en Moceop donde se comprendió la injusticia que suponía no cobrar pensión o verla muy disminuida, al secularizarse, por el hecho de que la iglesia no cotizó nada a la Seguridad Social en nombre de los curas. A finales de los 60 fui personalmente a la sede de la SS en Valencia para inscribirme y cotizar. Aquel buen hombre, ya viejito, me escuchó pacientemente, y al final me propuso inscribirme como sacristán. La iglesia no constaba como empresa. Me pareció indigno aceptar y utilizar esa falsedad, y no coticé. Le sucedí en el cargo de representante de Cosarese en Valencia.

Hemos viajado mucho. Con lo que eso supone de compenetración porque se está todo el día juntos; se visitan lugares que da pie a comentarios de todo tipo: históricos, artísticos, etc.

Él ha sido amigo entrañable del grupo que venimos reuniéndonos una vez a la semana para desayunar o cenar. Esto nos ha mantenido al día comentando la actualidad. Hasta que llegó el virus.

Todo ello conlleva compartir tanto y tan a fondo, que duele su ausencia, pero al mismo tiempo me siento sumamente agradecido por haber contado con su valiosa amistad.

Inolvidable.

Ovidio Fuentes



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